Al norte de Cabrales, cerrando el valle frente al mar, se alza la Sierra del Cuera. Esta cordillera litoral, de unos 40 kilómetros de longitud, funciona como una gigantesca muralla natural que separa la costa cantábrica de los valles interiores. Es la "hermana costera" de los Picos de Europa, un gigante de roca caliza que define el clima y el paisaje de toda la comarca.
Geológicamente, el Cuera es un espejo de los Picos: un terreno kárstico dominado por lapiaces, dolinas y una aparente ausencia de agua en superficie, que se filtra rápidamente al subsuelo. Su techo, el Pico Turbina (1.315 m), ejerce de mirador privilegiado sobre dos universos opuestos: hacia el norte, la inmensidad azul del mar Cantábrico; hacia el sur, la visión frontal más impresionante del Macizo Central y el Picu Urriellu.
Esta barrera montañosa es la responsable del "verde" eterno del valle. Actúa como una pantalla climática, frenando las nubes procedentes del mar (la "boina" del Cuera) y protegiendo a Cabrales, creando un microclima único que permite la convivencia de bosques de hayas en las sombras con encinas mediterráneas en la roca soleada.
Pero el Cuera ejemplifica la convivencia armónica entre la actividad rural y el entorno natural. A diferencia de la severidad de la alta montaña, aquí se distingue un paisaje que invita a disfrutar de rutas sin masificación, ideales para quienes buscan el silencio y la amplitud. Sus sendas no son meros trazados deportivos; son antiguos caminos testigos de generaciones de ganaderos, vías de transhumancia hacia las majadas estivales que reflejan la rica tradición rural del territorio.
Es, en definitiva, el contrapunto perfecto a la verticalidad de los Urrieles: un balcón panorámico donde se contempla la imagen insólita de la costa y el mar, mientras se camina sobre la historia viva del pastoreo cabraliego.